Ojalá pudiera borrar de mí tu nombre.
Ojalá quisiera yo.
Pero veo tu rostro en la tela que estoy cortando. Y en el aire, como un remolino.
Sin que estés.
Con tu infinita presencia y tu voz inacabable.
Ojalá volviera yo la mirada hacia el vacío del cuarto y no me recordase a tu vacío.
Espejo de mí, que nunca me has visto, tan pendiente del reflejo tuyo.
Como buscando únicamente tu imagen en mi alma soleada.
Dentro de mi, tu mirada triste y tu cuerda floja sólo parecen cicatrices, pues no soy espejo.
Soy cristal refractario. Pero tú nunca me has visto y el vacío que dejas nunca se refracta en mí y sigues rodeándome como una brisa inmóvil e inaccesible. Tan inaccesible que se vuelve tocable.
Tan tocable.
Ojalá pudiera borrar de mí tu nombre.
Porque ni yo soy espejo, ni tú, cicatriz.